LA NIÑA Y EL FONÓGRAFO
A Simple Vista
Por: GAEL BUENDÍA/
“Sabía usted, mi querido amigo, que todas las tías, sin duda son la figura materna, es decir, fungen como nuestra segunda madre, pero con la ventaja de que no nos regaña ni mucho menos no nos avienta la chancla como suele hacerlo la autora de nuestros días.”
Como es su costumbre, el Vagabundo llegó sin anunciarse, se sentó en su lugar favorito y me soltó la primera andanada de palabras. Sin dejar de teclear en mi laptop, le respondí —¿-SI está usted en lo cierto?
Aclarándose la garganta, continuó con su verborrea —“A mis tías les tengo un sincero cariño - “sobre todo a la tía Bertha, de quien guardo gratos recuerdos de nuestra infancia.” Y es que entre ella y yo nos separaba apenas un par de años.”
¿¡En verdad!!!?
“¡Sí! Y este comentario viene a colación, pues, días atrás, por casualidad, me reencontré con la tía Bertha, que por cierto por poco me infartó al verla y es que la tía es el vivo retrato de mi sacrosanta jefecita.”
- ¡¡¡Qué! ¿Te asusté, sobrino...? – dijo socarronamente al ver mi desconcierto –
- ¡No juegue, tía! ¡Cómo no voy a asustarme si parece que estoy vendo a mi jefita! Contesté tragando saliva y añadí. Se parece tanto a ella que…
- ¡Pues claro... éramos hermanas!!!! Dijo exhibiendo una sonrisa
- Por un momento creí que venía mi madre santa a jalarme de las patas y llevarme a jalones como cuando lo hacía cuando no quería acompañarla a la Central de Abastos.
“Esa noche que me reencontré con la tía Bertha fue muy fructífera, ya que de propia voz escuché sus vivencias de su infancia: le voy a contar, por favor, no me interrumpa…”
“No sé si usted sabe, pero en los 50s llegó a México el fonógrafo y solo aquellos mortales que poseían uno de esos artefactos se podrían considerarse afortunados. Imagínese en una ranchería en donde se carecía de los más eleméntales servicios: agua y luz.”
Donde los pobladores compartían el agua de los jagüeyes con el ganado y la luz ... Un triste aparato de petróleo
“Pues bien, mi abuelo de oficio tlachiquero solía llevarse a la tía Bertha, que en ese entonces frisaba los 7 años a las labores de ese oficio, es decir, a extraer el aguamiel de los magueyes para entregarlo al tinacal para que elaboraran el pulque.”
Me contó la tía Bertha que, además de esas labores, su padre le ordenaba los fines de semana preparar a la burra pinta con sus arreos, ya que tenían tocada para amenizar una boda en una ranchería a una hora de camino.
“-Huy, sobrino, qué gusto me daba esa orden, ya que me encantaba amenizar esos fandangos dándole cuerda al fonógrafo.
¡Aunque luego tenía que soportar los regaños de mi madrecita, bueno, no tanto a mí, sino a mi señor padre! ¿¡Cómo es posible que seas tan irresponsable! —le gritaba fuera de sí mi madre a mi santísimo padre - Pero ¿cómo dice el dicho… lo bailado quien nos lo quitaba?
-Así que, tía, ¿ustedes fueron los primeros DJ en esa época?
- ¡Sí, sobrino, y verás qué satisfacción nos quedaba cuando veíamos a esa gente gozar de nuestra música!
-Ya lo creo, tía, me lo imagino….
-Sabe, amigo Gael, me siento muy orgulloso de las tías que Dios me dio sin yo pedírselo… Como dije al inicio de este recuerdo con mi tía Bertha, solíamos por las noches ver a él firmemente y nos hacíamos la pregunta. ¿Qué habrá detrás de esas estrellas? Hicimos la promesa de que el que fuera primero a rendirle cuentas al Creador viniera a contar lo que hay más allá del infinito. Ojalá que no sea pronto.
Pues bien, amigo Vagabundo, cuando vea a su tía Bertha, salúdamela de mi parte y dele un caluroso abrazo.
El Vagabundo hizo un gesto de fastidio, se levantó de su lugar favorito y encamino sus pasos sin rumbo fijo. ¡Ah! ¿Pues este?... ¿Se puso celoso?
Añadir comentario
Comentarios