LAS TÍAS

 

 

Estados Unidos, a 6 de marzo de 2024.

 

LAS TÍAS



 

 

 

 

 

Por: GAEL BUENDÍA/

 

“AMIGO GAEL, USTED ¿CREE QUE LAS TÍAS SE PUEDEN CONSIDERAR COMO UNA SEGUNDA MADRE?” 

 

La pregunta del Vagabundo me sacó de mis pensamientos y, aclarando mi garganta, le contesté.

 

—Se dice por ahí que una tía es como una segunda madre disfrazada de amiga. Dichosos aquellos que guardan bonitos recuerdos de sus tías…-

 

—Yo fui uno de esos felices mortales, contestó el Vagabundo y prosiguió con sus recuerdos—. “Sin embargo, debo confesar que, a una de ellas, guardó su nombre por obvias razones, le hice la vida imposible, ya que la consideraba una “ladrona”, es decir, que me estaba robando el cariño de mi padre. 

 

¿Quién había de pensar que años más tarde sería la tía preferida?”?



Amigo Gael, pero, quiero brindar un sincero homenaje a otra de mis tías, “La tía Pelanchita” quien recién acaba de iniciar el camino sin retorno. “Pelanchita, fue una de esas tías que en su juventud levantaba suspiros y por supuesto era tanto mi enojo que les mostraba mi lengua a todos esos malandrines.”

 

Y dejé que sé desplayada y continuara con sus recuerdos. “Antes debo decir, que cierto día, cansada del asedio de esos weyes le dijo a mi madre: “manita, deja que mi sobrino me acompañe al trabajo.” Ya sabrá la reacción de la autora de mis días, pero finalmente acepto.

 

—El recorrido que haríamos era en esos tiempos muy seguro, ya que el único camión que hacía el recorrido a la Basílica de Guadalupe era de 25 minutos a lo sumo y viceversa, además por ser un pueblo todo el mundo se conocía. Así era el México que desgraciadamente se nos fue. 

 

—¿Existían los robachicos? ¡No, qué va! Eran inventos de nuestras madres ““si no te comes las verduras vendrá el robachicos y te llevará en su costal con esa advertencia hasta el plato devorábamos.

 

—Ese fue el primer viaje, continuo contándome el Vagabundo, que realice a mis cinco años y efectivamente Pelanchita al apearse del camión le recomendó al chofer que me bajara en el centro del pueblo.

 

—Los años pasaron, me hice de mujer y ella, por supuesto, se casó con el galán del pueblo, tuvo a sus hijos, uno de ellos era aficionado al fútbol. Un cierto día me di cuenta de que jugarían la final de su equipo. 

 

—¿Qué onda, primo, a dónde las jiras? Le pregunté “

 

- A jugar” fue su repuesta…

 

-¡No, vayas primo! Hazme un paro, tengo cita con “dos viejas” para llevarlas al cine. ¡Acompáñame sí!

 

—A regañadientes, pero al saber que iríamos al cine con “dos viejas bien chulas” me acompaño. Voy a la casa a cambiarme de ropa y dejar mi maleta y allá te alcanzo.

 

Nos quedamos de ver en esos flamantes cines en donde estaba “El cine Bondojito”. Mis dos viejas y yo estábamos ya al pie de la taquilla esperándolo.

 

¡Cuál sería su sorpresa cuando me vio acompañado de mi jefita y su sacrosanta madre “!

 

—¡Qué onda, primo, no manches! ¿No que eran dos viejas? 

 

—¡Y entonces qué son! Claro, no están tan viejas, pero están bien chulas, ¡le contesté haciendo un supremo esfuerzo para no soltar la carcajada! A poco no están bien, chulas, nuestras madres, remate.

 

-“Ay, sobrino, qué maldoso eres, pobre de mí Chelis, tan emocionado que estaba en ir a jugar la final con su equipo”. 

 

_ No pasa nada, Pelanchita ya ves que también disfruto la película… 

 

-“No se crea, amigo, Gael, estoy muy triste y a la vez muy apenado por no haber ido al velorio y acompañarla a su última morada… 

 

No, sé agüite, amigo Vagabundo cuando se puede, se puede y... Dele gracias a Dios que esta vez no le pidió a su jefita que la acompañara…

 

Por toda repuesta, el Vagabundo se levantó de su asiento y, mirándome con una mirada muy profunda, se alejó calles abajo del pueblo…

 

Chin, creo que se molestó… dije para mis adentros y elevando una plegaria en honor de su tía Pelanchita proseguí con mi trabajo…. Descansa en Paz, Pelanchita

 

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