¿TACHO SU NOMBRE…?
Por: Gael Buendia/
A Simple Vista
Desde algún rinconcito del mundo, a 27 de noviembre de 2025. Hacía rato que el Vagabundo se había apostado en su sillón favorito. Y como siempre, llegó sin avisar, en silencio como siempre lo solía hacer.
Enfrascado en mis labores, no le presté atención y él, muy respetuoso, permaneció callado hasta que me atreví a preguntar. ¿Qué onda, mi querido amigo, qué me cuenta? Le dio una bocanada a su pipa y mirando al cielo, empezó diciendo…
- Amigo Gael, sé muy bien que voy a ser víctima de su severa crítica y no me importa. La soportaré, así como todo este tiempo vine aguantando la total indiferencia de una dama de la que por respeto no diré su nombre.
“No se preocupe, no le pediré que la mencione. A ver, cuente…
. —Me pregunto cómo es posible haber puesto mis sentimientos en esa mujer. —Empezó diciendo y lo dejé que se desplayara.
—Oye, Valí, creo que andas muy “jerrado” —me lo decían una y otra vez la raza.
¡Y yo! Pues ni caso les hacía. Al fin y al cabo, qué chingaos les importa. Total, muy mi gusto, ¿o no?
Pero, finalmente, uno se cansa de tanta “rogadera” y pues, hoy decidí ir al potrero donde un atardecer me entregó su cuerpo, mas no tu alma. ¡Y yo!, que ese día no solo le entregué cuerpo y alma, sino que le di mi vida entera.
Ahora lo entiendo, solo fui un juguete en sus manos, un juguete que manipuló bien y bonito; tonto de mí que no me di cuenta a tiempo para arrancarla de mi corazón. ¡Ay, mujer, que ingrata fuiste!
Solo espero que la “Ley del Monte” sea benévola con su mal proceder, ya que… cortar la penca del maguey donde grabé nuestros nombres, no tiene perdón. ¿Te acuerdas? Le dije: ¡Cómo no! Sí, tú fuiste la que grabó la flecha y un corazón entrelazando nuestros nombres.
Solo silencio, ya que de sus labios no brotó un “Lo siento”.
—Por mi parte no hay reproche… —le dije—. ¡Ah!, pero eso sí, has dejado una herida muy difícil de curar.
¿Y qué crees? Al maguey le ha brotado una nueva penca donde relucen nuestros nombres.
Se te olvidó que también las pencas hablan… a su modo, pero también sienten y jamás olvidarán lo que aquella noche me juraste.
También se te olvidó, o quizá lo ignorabas, que “La Ley del Monte” se debe respetar, así como la Ley de los Hombres. Es cierto, lo que se jura ante un altar se considera sagrado, ya que está uno ante la casa de nuestro Creador.
Sin embargo, lo que se jura en plena naturaleza, llámese Monte, Playa o Desierto es también muy sagrado. Así que… espero que la Ley Del Monte sea benigna con tu mal proceder.
No dijo nada, se incorporó y sacudiéndose el polvo de su vestido, se alejó por la vereda que conduce al pueblo.
—¿Cómo ve, amigo Gael? Me han contado las leguas de doble filo que está apalabrada en matrimonio con el tendero del pueblo y pues… ¡Que Dios la bendiga… ¡No lo cree así, amigo Gael…! ¡Y ni modo de tachar su nombre en la penca del maguey...!
No espero mi respuesta; se levantó del sillón y agarró camino rumbo a las afueras del pueblo donde habitaba en una cueva.
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